About life and other stuff...

Cuando era más joven me encantaba escribir y leer.  En los descansos del colegio a menudo me quedaba en clase para leer un libro y siempre, siempre llevaba el bolso ó la mochila llena de cuadernos, papelitos o servilletas con pensamientos, cartas, cuentos cortos ó principios de novelas que aún están por terminar.  Leer siempre me ha distraído y me ha permitido ver mundos que otra gente ha fabricado para mí; y a través de ellos he podido entrar en lo más único y genuino de la personalidad de un completo desconocido.   Escribir, por otro lado, siempre me ha liberado.  Como si cada letra que escribo hiciera un recorrido dentro de mí y expulsara todo aquello que ya no quiero, o en realidad, todo aquello que más quiero; lo más genuino y único de mi personalidad, para que al leerlo de nuevo pueda entrar en mi mundo y conocerme un poquito mejor.   

Sin embargo, en los últimos años ni he escrito, ni he leído. 

Cuando pienso en qué ha pasado, la única respuesta que encuentro es: la vida. la vida pasa y si no estamos atentos nos subimos a un barco en el que ni dirigimos ni mandamos y en un abrir y cerrar de ojos han pasado 4 años y ni has escrito, ni has leído, ni te has preguntado nada, ni has intentado conocerte mejor ni conocer otros mundos y personalidades.    

Hace unas semanas hice un viaje con mi Andreas por el oeste de Francia.   Al empezar el viaje, decidimos apagar los móviles y quitarnos los relojes para intentar desconectar de verdad.  Alquilamos una caravana y empezamos a conducir; vimos paisajes verdes llenos de vida, dormimos en lugares mágicos arropados por el manto conocido y familiar de las estrellas,  despertamos antes que el sol y respiramos un aire tan fresco que llenaba nuestros pulmones de vida.  Sonreímos a desconocidos quienes nos devolvían sonrisas honestas, pasamos por pueblos fantasma, vimos Madame Butterfly en italiano con subtítulos en francés, bebimos vino fermentado directamente del barril y cantamos a las vacas y las vacas a veces nos devolvían el canto...  

No tardamos en darnos cuenta de que no estábamos desconectando como habíamos esperado, sino que en realidad, estábamos conectando... con el mundo, con la vida, con la realidad, con todas esas pequeñas cosas que dejamos de lado para subirnos a un barco en el que ni dirigimos ni mandamos, un barco al que llamamos vida, aunque lo único que hace es alejarnos de ella.

Esta semana he empezado a leer de nuevo y aquí estoy, escribiendo, dejando que otros puedan entrar en lo más único y genuino de mí y con suerte llegaré a conocer los mundos y personalidades de quien me lee... 

When I was younger I used to love to write and read.  During schools’ breaks I often stayed in class to read a book and I always, always carried my purse or backpack full of notebooks, papers or napkins with my thoughts, letters, short stories or beginning of novels which are yet to be finished.  Reading has always distracted me and it has allowed me to see worlds that other people created for me; and through these worlds I have entered the most unique and genuine part of a strangers personality.  Writing, on the other hand, has always liberated me.  As if each single letter I wrote would wander inside of me first and would remove all of that that I no longer want, or actually, all of that that I want the most; the most genuine and unique part of my personality, so that when I read it, I could enter in my own world and learn a little more about myself.

However, in the last years I haven’t been writing nor reading. 

When I think about what has happened, the only answer I find is: Life. Life happens and if we’re not careful we end up boarding on a ship which we don’t steer not command, and in a blink of an eye 4 years have gone by and you find yourself without writing, reading, without asking yourself anything, nor trying to know you better or even other worlds nor personalities. 

A few weeks back I went on a trip with my Andreas through the West of France.  When we started the trip, we decided to turn our phones off and to not wear any watches.  We really needed to disconnect.  We rented a motor home and started driving; we saw green landscapes full of life, we slept in magic places sheltered by the familiar twinkle of the stars, we woke before the sun and breathed an air so fresh that would fill our lungs with life. We smiled at people and people would smile back at us with an honest smile, we drove through ghost towns, saw Madame Butterfly in italian with French subtitles, drank fermented wine directly from the barrel, and we sang to the cows and sometimes the cows would sing back to us.

It was not long after we started traveling when we realized we were not disconnecting as we had hoped, instead we discovered that we were actually connecting, with the world, with life, with reality, with all those small things that we abandon to board on a ship that we don’t steer nor command, a ship we call life, though in reality the only place it goes, is far away from it.

This week I started reading again, and here I am, writing, letting other people enter the most unique and genuine part of me, and with luck, I’ll be able to get to know the worlds and personalities of who’s reading me.

please listen:

y la vida no volverá a ser lo mismo....

And life will never be the same....


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